Está bueno ya. Me regreso a Venezuela...
ORLANDO VIERA-BLANCO | EL UNIVERSAL
martes 26 de mayo de 2015 12:00 AM
En una entrevista concedida por "El Pollo" Brito, el cantante de "quiero para ti una casa bella", dijo algo que al rompe me retrajo. Cuando uno va "a caballo" por tierras eslovacas o germanas, escuchar o leer a Venezuela -al decir de la gaita- nos hace un nudo en la garganta y el corazón se nos salta. ¿Qué dijo El Pollo Brito que encendió mi musa (y mi nostalgia)? Os cuento.
Brito dejó su programa de TV, porque "estoy cansado de hablar de artistas extranjeros y ya está bueno de dejar aparte a Venezuela". Al fin un venezolano sacrifica privilegios por dignidad. Y no los de él. Los de todos. De pronto -místicamente- leyendo el tweet, "moliendo café" se escucha al fondo en plena plaza roja de Moscú donde estaba. Sentí en el pecho el trancaíto de arpa, cuatro y maraca de los maestros Blanco y Figueredo, que de niño aprendí tocando guitarra en la academia Fischer. Y asenté. Cuánto hemos desabrigado a Venezuela. Cuánto anteponemos nuestros intereses, nuestras ganancias, nuestros gajes. Cuánto dejamos de lado un mínimo de piedad por nosotros mismos. Cuánto irse, sin más. No me excluyo. Yo también me he ido, aunque a medias, pero me he ido. No basta querer o recordar al país degustando una arepa en Noruega o un pabellón criollo en Montreal. Hay que sentirla más. Cuánto encubrimos por nuestra pasividad e indiferencia. Cuánto nos estamos pareciendo a Cuba, cuando decíamos que no repetiríamos esa historia. Porque los cubanos se marcharon con la llegada de Castro, por tener a la vista toda una ringlera de barbarie, paredón y despojos, donde estaba de por medio, la vida y la libertad. Y antes de morir de mengua, asesinados o tras las rejas a perpetuidad, migraron. Pero nosotros, al llegar Chávez, ¿estábamos en la misma encrucijada? ¿Cuántos apoyaron su ascenso al poder? ¿Cuántos participaron de sus decisiones y bacanales? ¿Cuántos aun se la gozan, raspando el peltre? ¿Cuántos se van sin haber cometido el "pecado" de lanzar la primera piedra por su país? ¿Cuánto hemos cooperado de manos caídas?
Lo mantengo. Venezuela no es Cuba. Ni en lo social ni en lo político. Menos en lo demás (economía, geografía, historia, protagonistas). En nuestra fibra libertaria va el brío y el empuje de hombres como Miranda, Vargas, Páez, Piar o Mariño. Carácter que llevamos en la sangre y nos hace especialmente contestatarios, obstinadamente indómitos como Guaicaipuro y paranoicamente rebeldes como Boves. Pero también llevamos la nobleza e hidalguía de Bolívar o Betancourt o la pluma de Bello, Gallegos o Uslar. Y esas virtudes no guardan parangón con el saqueo republicano que hemos sufrido y -atención- aceptado y permitido. Ya Herrera Luque había alertado que de esa paranoide combinación de irreverencia y mantuanidad, no nos quitaríamos de encima la anarquía, la ingratitud y la violencia, alertada en la huella perenne de los"viajeros de Indias". Y aquí viene a cuento el comentario de Brito. Es el hartazgo de tener a Venezuela de última en la lista. Duele decirlo. Más escribirlo. Pero es la verdad. El cantautor encendió la polémica cuando renunció a Venevisión. No por un desencuentro banal con Cisneros y sus noticieros, sino por la línea fatua del programa de Carregal, que más le importa que "Justin Bieber se pinte el pelo o a Kim Kardashian se opere", que mencionar siquiera por torpeza, al talento nacional. Brito se cansó de tener a los venezolanos expatriados y yo agregaría, ignorados enajenadamente, mientras pasa mucho o no pasa nada en Venezuela. Claro está. "The show must go on". Pero ya está bueno de ir por la vida negando nuestra identidad, endosando deberes y haciendo maletas, porque primero soy yo...
Por favor, no se me ofendan. Irse es un derecho y una opción plausible. Marchar en defensa de la vida de sus hijos y la propia, haciendo futuro, es valido. De hecho este columnista lo hizo por ellos: por mis hijos. Pero el tema es no-convertir el destierro en desarraigo; en huida, en olvido, en desprecio-país. Es mantener vivo el amor por el país, denunciando lo que toque denunciar. No desdiciendo de nosotros. No avergonzándonos de nuestra prosapia, porque la gran mayoría no somos cómo quienes nos gobiernan. No podemos seguir apáticos mientras Leopoldo y a otros se les va la vida en la cárcel. Seamos serios y comprometidos. Hay una tercera vía a la vista. Caminemos por ella. No deleguemos más. Porque sí se puede. Porque hay reservas. Porque ya basta depredación, treta y complicidad. El resto -nosotros- reharemos la historia. Hablar mal de nosotros o no hablar lo que toca, es claudicar. Como calla y claudica la MUD, como callan y claudican los noticieros del país, al no decir lo que sí dicen, El Herald, Wall Street Journal o NY Times.
Detrás de esa casa bella "de rosas y claveles al entrar" está Venezuela. Un país que nos implora quiéreme y haz por mí lo que harías por ti y por tus hijos. Porque fin de cuentas, todo comenzó ahí y debe terminar ahí. Nos vemos pronto. Está bueno ya. Me regreso a Venezuela...
vierablanco@gmail.com
@ovierablanco
Brito dejó su programa de TV, porque "estoy cansado de hablar de artistas extranjeros y ya está bueno de dejar aparte a Venezuela". Al fin un venezolano sacrifica privilegios por dignidad. Y no los de él. Los de todos. De pronto -místicamente- leyendo el tweet, "moliendo café" se escucha al fondo en plena plaza roja de Moscú donde estaba. Sentí en el pecho el trancaíto de arpa, cuatro y maraca de los maestros Blanco y Figueredo, que de niño aprendí tocando guitarra en la academia Fischer. Y asenté. Cuánto hemos desabrigado a Venezuela. Cuánto anteponemos nuestros intereses, nuestras ganancias, nuestros gajes. Cuánto dejamos de lado un mínimo de piedad por nosotros mismos. Cuánto irse, sin más. No me excluyo. Yo también me he ido, aunque a medias, pero me he ido. No basta querer o recordar al país degustando una arepa en Noruega o un pabellón criollo en Montreal. Hay que sentirla más. Cuánto encubrimos por nuestra pasividad e indiferencia. Cuánto nos estamos pareciendo a Cuba, cuando decíamos que no repetiríamos esa historia. Porque los cubanos se marcharon con la llegada de Castro, por tener a la vista toda una ringlera de barbarie, paredón y despojos, donde estaba de por medio, la vida y la libertad. Y antes de morir de mengua, asesinados o tras las rejas a perpetuidad, migraron. Pero nosotros, al llegar Chávez, ¿estábamos en la misma encrucijada? ¿Cuántos apoyaron su ascenso al poder? ¿Cuántos participaron de sus decisiones y bacanales? ¿Cuántos aun se la gozan, raspando el peltre? ¿Cuántos se van sin haber cometido el "pecado" de lanzar la primera piedra por su país? ¿Cuánto hemos cooperado de manos caídas?
Lo mantengo. Venezuela no es Cuba. Ni en lo social ni en lo político. Menos en lo demás (economía, geografía, historia, protagonistas). En nuestra fibra libertaria va el brío y el empuje de hombres como Miranda, Vargas, Páez, Piar o Mariño. Carácter que llevamos en la sangre y nos hace especialmente contestatarios, obstinadamente indómitos como Guaicaipuro y paranoicamente rebeldes como Boves. Pero también llevamos la nobleza e hidalguía de Bolívar o Betancourt o la pluma de Bello, Gallegos o Uslar. Y esas virtudes no guardan parangón con el saqueo republicano que hemos sufrido y -atención- aceptado y permitido. Ya Herrera Luque había alertado que de esa paranoide combinación de irreverencia y mantuanidad, no nos quitaríamos de encima la anarquía, la ingratitud y la violencia, alertada en la huella perenne de los"viajeros de Indias". Y aquí viene a cuento el comentario de Brito. Es el hartazgo de tener a Venezuela de última en la lista. Duele decirlo. Más escribirlo. Pero es la verdad. El cantautor encendió la polémica cuando renunció a Venevisión. No por un desencuentro banal con Cisneros y sus noticieros, sino por la línea fatua del programa de Carregal, que más le importa que "Justin Bieber se pinte el pelo o a Kim Kardashian se opere", que mencionar siquiera por torpeza, al talento nacional. Brito se cansó de tener a los venezolanos expatriados y yo agregaría, ignorados enajenadamente, mientras pasa mucho o no pasa nada en Venezuela. Claro está. "The show must go on". Pero ya está bueno de ir por la vida negando nuestra identidad, endosando deberes y haciendo maletas, porque primero soy yo...
Por favor, no se me ofendan. Irse es un derecho y una opción plausible. Marchar en defensa de la vida de sus hijos y la propia, haciendo futuro, es valido. De hecho este columnista lo hizo por ellos: por mis hijos. Pero el tema es no-convertir el destierro en desarraigo; en huida, en olvido, en desprecio-país. Es mantener vivo el amor por el país, denunciando lo que toque denunciar. No desdiciendo de nosotros. No avergonzándonos de nuestra prosapia, porque la gran mayoría no somos cómo quienes nos gobiernan. No podemos seguir apáticos mientras Leopoldo y a otros se les va la vida en la cárcel. Seamos serios y comprometidos. Hay una tercera vía a la vista. Caminemos por ella. No deleguemos más. Porque sí se puede. Porque hay reservas. Porque ya basta depredación, treta y complicidad. El resto -nosotros- reharemos la historia. Hablar mal de nosotros o no hablar lo que toca, es claudicar. Como calla y claudica la MUD, como callan y claudican los noticieros del país, al no decir lo que sí dicen, El Herald, Wall Street Journal o NY Times.
Detrás de esa casa bella "de rosas y claveles al entrar" está Venezuela. Un país que nos implora quiéreme y haz por mí lo que harías por ti y por tus hijos. Porque fin de cuentas, todo comenzó ahí y debe terminar ahí. Nos vemos pronto. Está bueno ya. Me regreso a Venezuela...
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