Wednesday, 25 March 2020

A P A S C A C I O


EL DÍA QUE UN POLICÍA DETUVO UNA CARAVANA PRESIDENCIAL POR IRRESPETAR EL TRÁNSITO.

–Ahí no. Deténganse…paren…paren…
–Epa, tú no ves quienes somos.
–Miren el semáforo, el paso es de los peatones…

Eran las 12 del mediodía de un 17 de marzo de 1980, en la Esquina de Sociedad, en el corazón de la avenida Universidad, un oficial de la escolta presidencial pretendió detener el tráfico para dar paso a los vehículos que escoltaban y trasladaban al Presidente de la República, Luis Herrera Campins, quien  días antes por televisión había manifestado su decisión de hacer cumplir las leyes de tránsito.

–Ustedes son los primeros que deben hacer cumplir las leyes – les gritó sin perder la compostura el agente encargado de dirigir el tránsito.

El presidente se percató de la situación y le ordenó al escolta que le permitiera al policía  cumplir su trabajo.

–Usted captó el mensaje, y lo felicitó.
En 32 años de servicio en la Policía Metropolitana, Apascacio Mata Palacios se convirtió en un emblema uniformado.  Servía de ejemplo a los que recién comenzaban la carrera policial.

El policía querido por todos, un hombre cuya corrección nadie puso jamás en duda, el oficial más condecorado en la historia de la Policía Metropolitana, una persona que cada mañana dedicaba 20 minutos de su vida a lustrar los zapatos y pulir su hebilla.

El  incidente con la caravana presidencial fue tan valorado que semanas después el presidente Herrera lo invitó a almorzar en  Miraflores. El presidente Luís Herrera se caracterizó por el uso de refranes populares en la vida política del país.

En la esquina de Sociedad Apascacio  ayudaba a niños y adultos a cruzar la calle e impuso las reglas a los conductores de pararse antes del rayado. Mayor sorpresa se llevó cuando el presidente de Estados Unidos, Jimmy Carter, lo invitó, en 1981, a la escuela de agentes de Tennessee, y fue  homenajeado en la Casa Blanca, donde almorzó y compartió con el propio Carter.

Apascacio Mata Palacios  nació en Panaquire, sector la Maroma, estado Miranda, en 1940 y después de 33 años de servicio se jubiló de la Policía Metropolitana en noviembre de 1996.

Después de eso, el destino le jugó una mala pasada a Apascacio. Su últimos años de vida los pasó prácticamente solo en un precario apartamento del 23 de Enero, sin piernas, pues le fueron amputadas debido a la gangrena que le surgió después de dos accidentes y tras ser mal atendido en el hospital de Lídice, y con la motricidad comprometida por un ACV que sufrió.

Ni los embates del tiempo ni el olvido de la sociedad a la que sirvió lograron minar su ánimo. Apascacio jamás se quejó. Ese uniforme azul y las responsabilidades que acarreaba lo fueron todo en su vida. Dijo  no recordar un día más triste que el 12 de noviembre de 1996, cuando se tuvo que jubilar tras 32 años de servicio ininterrumpido. No quería irse pero no se rebeló ni intentó quedarse más tiempo: había un reglamento para la jubilación y lo cumplió, más nada.

Hace ya mucho años que la silueta de Apascacio se dejó de ver por la Esquina de Sociedad, en donde pasó 18 años. Pero su mayor tristeza antes de morir fue pensar  que también se perdió su ejemplo.

El  jueves 14 de mayo de 2015, falleció en Caracas uno de los personajes más famosos y representativos de los años 70 y 80 en la ciudad. Un símbolo caraqueño en lo que respecta a la defensa de la ley y las buenas costumbres, un modelo a seguir para las nuevas generaciones de funcionarios abocados a la seguridad ciudadana.





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