EL DÍA QUE UN POLICÍA DETUVO UNA CARAVANA PRESIDENCIAL
POR IRRESPETAR EL TRÁNSITO.
–Ahí no. Deténganse…paren…paren…
–Epa, tú no ves quienes somos.
–Miren el semáforo, el paso es de los peatones…
Eran las 12 del mediodía de un 17 de marzo de 1980, en
la Esquina de Sociedad, en el corazón de la avenida Universidad, un oficial de
la escolta presidencial pretendió detener el tráfico para dar paso a los
vehículos que escoltaban y trasladaban al Presidente de la República, Luis
Herrera Campins, quien días antes por televisión había manifestado su
decisión de hacer cumplir las leyes de tránsito.
–Ustedes son los primeros que deben hacer cumplir las
leyes – les gritó sin perder la compostura el agente encargado de dirigir el
tránsito.
El presidente se percató de la situación y le ordenó
al escolta que le permitiera al policía cumplir su trabajo.
–Usted captó el mensaje, y lo felicitó.
En 32 años de servicio en la Policía Metropolitana,
Apascacio Mata Palacios se convirtió en un emblema uniformado. Servía de
ejemplo a los que recién comenzaban la carrera policial.
El policía querido por todos, un hombre cuya
corrección nadie puso jamás en duda, el oficial más condecorado en la historia
de la Policía Metropolitana, una persona que cada mañana dedicaba 20 minutos de
su vida a lustrar los zapatos y pulir su hebilla.
El incidente con la caravana presidencial fue
tan valorado que semanas después el presidente Herrera lo invitó a almorzar
en Miraflores. El presidente Luís Herrera se caracterizó por el uso de
refranes populares en la vida política del país.
En la esquina de Sociedad Apascacio ayudaba a
niños y adultos a cruzar la calle e impuso las reglas a los conductores de
pararse antes del rayado. Mayor sorpresa se llevó cuando el presidente de
Estados Unidos, Jimmy Carter, lo invitó, en 1981, a la escuela de agentes de
Tennessee, y fue homenajeado en la Casa Blanca, donde almorzó y compartió
con el propio Carter.
Apascacio Mata Palacios nació en Panaquire,
sector la Maroma, estado Miranda, en 1940 y después de 33 años de servicio se
jubiló de la Policía Metropolitana en noviembre de 1996.
Después de eso, el destino le jugó una mala pasada a
Apascacio. Su últimos años de vida los pasó prácticamente solo en un precario
apartamento del 23 de Enero, sin piernas, pues le fueron amputadas debido a la
gangrena que le surgió después de dos accidentes y tras ser mal atendido en el
hospital de Lídice, y con la motricidad comprometida por un ACV que sufrió.
Ni los embates del tiempo ni el olvido de la sociedad
a la que sirvió lograron minar su ánimo. Apascacio jamás se quejó. Ese uniforme
azul y las responsabilidades que acarreaba lo fueron todo en su vida.
Dijo no recordar un día más triste que el 12 de noviembre de 1996, cuando
se tuvo que jubilar tras 32 años de servicio ininterrumpido. No quería irse
pero no se rebeló ni intentó quedarse más tiempo: había un reglamento para la
jubilación y lo cumplió, más nada.
Hace ya mucho años que la silueta de Apascacio se dejó
de ver por la Esquina de Sociedad, en donde pasó 18 años. Pero su mayor
tristeza antes de morir fue pensar que también se perdió su ejemplo.
El jueves 14 de mayo de 2015, falleció en
Caracas uno de los personajes más famosos y representativos de los años 70 y 80
en la ciudad. Un símbolo caraqueño en lo que respecta a la defensa de la ley y
las buenas costumbres, un modelo a seguir para las nuevas generaciones de
funcionarios abocados a la seguridad ciudadana.